El lo sabía y ella también. Eran personas rotas, animales heridos, apoyandose el uno en el otro para seguir vivos. Ambos lo sabían. Y se lo guardaban para sí mismos, sin explicarle al otro sus temores para no romperse más, eso era parte del trato. Y para ellos lo peor era saber que un día uno de los se curara antes y dejara sólo al otro. Eso era la letra pequeña del contrato.
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ResponderEliminarLa letra pequeña es como ese alfiler que atraviesa la piel sin avisar, doliendo como un puñal.
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(bonitos eclecticismos) :)
Un saludo.